No todas ellas van en contra del cuidado de tu línea:

elimina la harina refinada de tu dieta.

Los carbohidratos: cuestión de cantidad

No es un secreto que los hidratos de carbono son uno de los nutrientes que más presencia tienen en las harinas. Son, sin duda alguna, una fuente energética vital para nuestro organismo, ya que gracias a ellos obtenemos la glucosa (junto al oxígeno, hacen que aquel funcione correctamente). También nos ofrecen una cantidad importante de fibra y vitaminas.

Sin embargo, es necesario ser conscientes de que el consumo de hidratos de carbono ha de estar en equilibrio en nuestra dieta con la cantidad de ejercicio semanal que se realiza, ya que si los ingiero frecuentemente tendría que quemar esas calorías con una regularidad similar. En el caso de tener una ingesta excesiva, esos hidratos añadidos serán transformados dentro de nuestro cuerpo en lípidos o grasas. Es por ello que se recomienda adaptar el consumo de la harina a las características fisiológicas y las necesidades de cada persona.

Qué harinas engordan más: cuestión de calidad

No obstante, esto no quiere decir que este alimento sea un enemigo contra las dietas para adelgazar. La clave está en conocer las propiedades de cada tipo de harina para elegir las que nos ofrecen el doble de ventajas: aportarnos los nutrientes que necesitamos y no obstaculizar la pérdida de peso. Podemos encontrar, entre una gran variedad, aquellas que son más o menos ricas en proteínas, grasas, fibra y otros nutrientes.

Está demostrado que la harina refinada no es beneficiosa para la salud y, entre varias razones, está el hecho de que favorece ganar peso o, incluso, el sobrepeso. Además de aportar calorías “vacías” (sus propiedades carecen de su parte nutritiva), son carbohidratos que se absorben rápidamente y el exceso se almacena con la misma rapidez en forma de grasa. Diversos estudios apuntan a que suelen generar problemas para digerirlas, otros hablan de su participación en la conversión de un hígado en graso y de su relación con la diabetes.

Para reemplazar la harina refinada, no hay nada mejor que consumirla 100% integral, puesto que asegura una cantidad de nutrientes saludables (más minerales, vitaminas y antioxidantes) y de fibra que nos ayuda a regular nuestro ritmo intestinal y nos proporciona una sensación de saciedad que disminuye nuestro nivel de hambre. Esta harina se ha asociado siempre con un menor peso y menor cantidad de grasa abdominal, dentro de un consumo de tres veces al día, porque la ingesta de almidón integral se relaciona con una mayor actividad de quema de grasas. También es destacable que son menos adictivas que la bollería tradicional de las harinas refinadas. Por último, son beneficiosas para el organismo porque previenen enfermedades del corazón y la diabetes, entre otras ventajas.

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